El entrenador de Godoy Cruz fue entrevistado por Ariel Ruya, periodista del suplemento canchallena del diario La Nación. En una larga charla con el Gallego, Ariel cuenta detalles de la intimidad y los pensamientos del entrenador del Expreso.

La voz es oscura, humeante. Gastada en los placeres del vicio. Sebastián Méndez , el conductor de Godoy Cruz , desnuda el pulmón de su interior. «Es el tiempo, el paso del tiempo. Y, además, soy fumador: fumo un atado por día. Fumé siempre, algo que no está bien. No me gustaría que lo hicieran mis jugadores, pero no por un prurito, sino porque no hace bien a la salud. Lo mismo, con mis hijos. Hace años que fumo, pero no influyó nunca en lo físico; hasta que me dio el cuerpo, resistí. Eso sí: tal vez si habría dejado de fumar hubiera llegado más lejos… Muchas veces me hice esa pregunta», advierte el conductor, de 38 años, zaguero exitoso y apasionado, tiempo atrás. El creador, ahora mismo, del líder de la Zona 1, la sensación del campeonato . Recostado en un sillón antiguo de un hotel disfrazado de concentración, de paso por Buenos Aires, descubre las capas del secreto mendocino. Detrás de lo que le devuelve el espejo.

«Los años que llevo en el fútbol me hicieron ser más paciente. Aprendí, entendí que hay cosas que tengo que aceptar del fútbol, a pesar de que no me gustan. No hay que ser hipócrita: muchas cosas del fútbol me desagradan. Lo mejor de todo es dirigir un entrenamiento. Ser DT es la segunda profesión más linda del mundo, la primera es jugar, patear una pelota», describe, detrás de la barba extendida, que no esconde las canas que ofician de experiencia.

-¿Qué cosas te chocan, te molestan del fútbol?

-Cuando estuve en clubes grandes, los conventillos, las historias que se inventaban. Por lo único que te entrenás es para jugar y ganar el domingo, no hay otros secretos. Y no es la muerte de nadie perder un partido. Se abren focos de conflictos que no existen, manejos que no comparto… Ahora, si te gusta el fútbol, hay que dedicarse de lleno a la pasión.

-¿Y cómo escapas de esas sombras?

-El deseo es el motor. El deseo de mejorar, de aprender. La carrera del jugador y del entrenador son similares, se aprende hasta el último día. De todo se saca experiencia. La carrera es larga y con el tiempo, te vas poniendo más sabio.

-¿Sos un entrenador obsesivo o relajado?

-Obsesivo total. Tuve a Marcelo (Bielsa), pero él es perfecto. Es la perfección del técnico que puede dejar la vida por una pasión. Es muy complejo, lo tuve un año, creo en su filosofía, pero no en su forma de juego. No en todo, en realidad. En Vélez jugamos siempre con línea de tres, eso no me agrada; pero sí en la filosofía de moverse en la vida, es un tipo íntegro.

-¿Qué quiere decir ser un DT obsesivo?

-Tratar de reparar los errores, darle todas las herramientas al jugador, no fallar con los cambios, pensar en el sistema, cómo recuperar la pelota, en qué momento dañar al rival… Me encanta todo eso.

-¿Encontraste tu lugar en el mundo?

-En Mendoza la gente es muy respetuosa. Trabajamos con una libertad que quisiera tener siempre. Soy el responsable del equipo, no se mete nadie. Los dirigentes ayudan.

-¿Tenés ambiciones a futuro?

-Es prematuro. No pienso ahora en dar el salto, estoy en donde quiero estar. Mi lugar está acá. La distancia con mis tres hijos es lo único malo, es complicado. Pero venimos a Buenos Aires bastante seguido.

-A Bielsa le admiras su filosofía. ¿Qué técnico, desde el estilo, es el que más te impactó?

-Hace unos años, en 2012, estuve de gira por Europa, principalmente en Alemania, en donde conocí a Klopp, cuando dirigía a Dortmund. Yo jugué en España con un 4-2-3-1 de 2002 a 2006, pero quería ver algo más. Ese equipo era movedizo, ofensivo, corto y le convertían pocos goles. Quería saber cuál era el secreto. Me hizo un click, necesitaba ver otra cosa. El fútbol alemán mostró, en esos tiempos, cosas maravillosas. En Hamburgo aprendí el mejor análisis de los adversarios, por ejemplo. Y recorrí otros destinos, Nüremberg, Colonia… Alemania está un escalón por encima del resto.

No es el prototipo futbolero medio. Méndez suele -solía, en realidad-, caer en la tentación de la lectura refinada y en la música de los callejones. Filosofía en las luces, rock en las sombras. Hoy, ahora mismo, no hay espacio para los placeres detrás del balón. «Laburo todo mucho, no tengo tiempo para otra cosa. El año pasado, cuando no dirigía, leí Zaratustra (la obra del filósofo alemán Friedrich Nietzsche) en unas semanas, pero fue lo último que leí. No toqué más un libro y lo extraño, porque me hace bajar un cambio. Tengo que ponerme a leer. El fútbol un poquito te consume. Y mirá, el último recital que estuve fue cuando vino Roger Waters.

-¿Creías que Godoy Cruz, a esta altura, estaría primero?

-Creía en el equipo. En la pretemporada me di cuenta que estábamos bien. Sin tantos nombres, porque me adapté al presupuesto del club. Godoy Cruz es un club ordenado, cobramos al día, eso en nuestro fútbol es rarísimo. No gasta más de lo que entra, por eso hay que agudizar el ingenio y me parece bien. Incorporamos lo necesario. Godoy Cruz es un gran grupo y de un gran grupo se puede formar un gran equipo.

-¿Cuál es tu mérito?

-Trabajo todos los días con ellos. Les doy las armas, pero los que ganan son los jugadores. Me gustaría que este momento dure toda la vida. Me gustaría guardarlo en una cajita. Porque una cosa es ser puntero como jugador y otra cosa es siendo técnico. Cuando peleas la punta con gente que te aprecia, que te respeta, te llena. Es genial.

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