Godoy Cruz no es solo un presente futbolístico. Venimos comunicando, a través del sitio oficial, todos los logros tanto deportivos como institucionales que día a día nos posicionan como un club modelo.

El diario La Nación recopiló información sobre este proceso en torno a nuestro crecimiento global de los últimos años. Ariel Ruya explica cómo hicimos para llegar hasta aquí. Los fragmentos más importantes de la nota, leelos a continuación:

Puntero de la Zona 1, con la ambición de alcanzar la final, el triunfo deportivo se respalda en otros ámbitos; es uno de los cinco clubes de primera que suma superávit, tiene las cuentas al día y crece en infraestructura.

Algo excedido de picardía, confianza y peso, Leandro Caruso le pidió una prueba al Gato Oldrá, el encargado del fútbol de Godoy Cruz. Hábil y voraz, el Rifle le ganó la pulseada a los descreídos: luego de una serie de ensayos, se quedó en la maravillosa tierra del vino. Su foja de servicios era intermitente: Arsenal, El Porvenir, Tijuana y dos clubes mexicanos del bajo fondo. Se volaban las hojas del calendario 2007 y el Tomba, en el ascenso, hacía cuentas. Dos con cincuenta, cuentan que salió la apuesta. Y más de 4 millones de euros ingresó en la tesorería, en junio de 2009, cuando el delantero voló a Udinese. Caruso, tiempo después, construyó una trayectoria parecida a una montaña rusa (hoy, en Juventud Unida de San Luis), mientras que Godoy Cruz creó la base de su sustento. Hoy, no sólo está primero en la Zona 1. No sólo aspira a la finalísima del Torneo Transición. No sólo sueña con participar, otra vez, de la Copa Libertadores. Es un club modelo. El éxito deportivo se solventa en el crecimiento global.

«Ese fue nuestro mejor negocio, porque gastamos muy poco para traerlo. Luego sí, con los años, se concretaron muchas ventas, sobre todo, en el fútbol argentino. Siempre tratamos de que cierren los números: es nuestro deber. El crecimiento deportivo debe ser acompañado de la infraestructura«, razona José Mansur, el presidente de Godoy Cruz. Vice de Mario Contreras en una administración anterior, es el rostro de un equipo de trabajo que admira la planificación. Al borde de la quiebra en los primeros años de la década de 2000 (se acumulaban las boletas de luz sin pagar), fue un referente en el proyecto de gerenciamiento para salvar el fútbol. Con el tiempo, el aporte privado se convirtió en un gobierno legítimo, respaldado por el apoyo popular. Tanto, que todas las agrupaciones están de acuerdo.

No sólo es uno de los cinco clubes de primera que no tiene deudas con la AFA. El predio de Coquimbito, en el que se entrenan la primera y las inferiores, es un oasis en el interior. Once canchas de fútbol, gimnasios, clínica médica, salas de reuniones, concentración. El proyecto es construir un hotel cinco estrellas en ese espacio. Y terminar su viejo y entrañable estadio, el Feliciano Gambarte, una cuenta pendiente (hoy para 12.000 personas), que duplicaría su infraestructura. No es urgente: suele llevar 20.000 hinchas al Malvinas Argentinas. Muchos no son hinchas del Tomba, pero respaldan la aventura doméstica, atolondrados en crisis interminables los poderosos de la zona.

Y hay mucho más. La sede social está hecha a nuevo desde hace tres años. Ya son 14 deportes federados (creció el doble en un par de años). Existen topes salariales en el plantel profesional. Y no entra más de lo que sale: contabilidad elemental de primer año. «El que se endeuda, a la larga, pierde», insiste el dirigente. Por eso, detrás de la exitosa temporada, se irán algunas figuras caseras. Fernando Zuqui mira a Benfica, Jaime Ayoví espía China.

Godoy Cruz ya ganó. El otro título, el de la seriedad. No vive en otro país, está acá. Todos están al día: los empleados que riegan las canchas y las figuras que logran premios por partidos ganados. «No tenemos tantos nombres, porque me adapté al presupuesto. Godoy Cruz es un club ordenado, cobramos al día, eso en nuestro fútbol es rarísimo. No gasta más de lo que entra, por eso hay que agudizar el ingenio y me parece bien. Incorporamos lo necesario», suscribe Sebastián Méndez, el director técnico. El que se quedaría a vivir en la Cordillera. «Es el club ideal», dice, envuelto en la efervescencia de la cúspide. No sólo deportiva.

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